Tixtla, pueblecillo fundado
en la agonía del siglo XVI, como resultado del fallo dictado
por don Martín de Armendáriz, el castellano comisionado por el
virrey, para dar término a la disputa del Valle, entre los
habitantes de Atliaca y los de Mochitlán, diferencia que
amenazaba en convertirse en sangrienta.
"Por mandato de
su alteza, el virrey desde Nueva España y según de Cédula Real
decretada con la venia de Dios y su Majestad, este Valle no
será ni de los habitantes de Atliaca ni de los de Mochitlán,
sino de los habitantes de los villorrios de Tejalcingo,
Tepolzis, Xaltepetla y Tixtlán; los que usufructuarán sus
beneficios fundando un nuevo pueblo cuyo nombre será TISTLA,
cuya propiedad territorial se extenderá hasta el arroyo de
Tetzahuapa, por el Norte y el Aguaje de Tepetlaco, por el Sur..."
Cuando las postreras figuras se perdieron en
lontananza, el castellano, flanqueado por un clérigo y un
militar, tomó en sus manos una tosca cruz de madera lugareña,
la hundió en la costra negra sobre la que pisaba y fundó
Tixtla en nombre del virrey. Con las primeras luces del
siguiente día, se procedió a deslindar en la llanura, el sitio
que debían de ocupar, el jardín, la parroquia y la plaza; y al
mismo tiempo salieron patrullas de soldados a tratar, por la
fuerza, si no lograba por el convencimiento, de que los
habitantes de las aldeas cercanas se constituyeran en el pie
de la futura población.
Don Martín de Armendáriz se
hizo vecino del lugar, recibiendo como pago a sus servicios
arbitrales, los terrenos del Paraje conocido con el nombre de
Ayotzinapa, en los que el nuevo dueño fundó una hacienda, que
se llamó y sigue siendo de Ayotzinapa. Cuando el señor
Armendáriz terminó con las encomiendas del virrey, al
retirarse, dejó en manos de las autoridades de Tixtla esos
terrenos, para que se sirvieran de sus productos y con ellos
festejaran, año con año, al santo Patrono, San Martín, Obispo
de Tours.
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